Las prisioneras cambian al ver como los acontecimientos toman forma

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En un viaje a Pekín para apelar por Falun Gong a finales de diciembre de 2000, fui secuestrada en la estación por oficiales de policía de Hankou, de la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei. Al día siguiente fui encerrada en el primer centro de detención para mujeres de Wuhan. Había siete criminales que habían cometido algunos fraudes financieros y también cinco practicantes de Dafa encerrados en la misma celda.

La celda era oscura, fría, húmeda y no pasaba ni un rayo de sol. Fuimos forzadas a sentarnos en una posición incomoda cada día. No estábamos autorizadas a hablar en voz alta. Recitábamos silenciosamente los artículos de nuestro Maestro y los poemas de Hong Yin (una colección de poemas escritos por el Sr. Li Hongzhi, fundador de Falun Gong).

En algunos días, nos habíamos hecho familiares con otras presas de nuestra celda. Compartíamos con ellas nuestras experiencias de “cultivación”, incluyendo historias milagrosas sobre cómo Falun Gong había mejorado nuestros espíritus y nuestros cuerpos. Les dijimos lo que el Maestro Li nos enseñaba, incluyendo cómo ser una buena persona. Dos presas, Sra. A y Sra. B, comenzaron a aprender los poemas de Maestro Li en Hong Yin. Temían no conseguir retenerlos y entonces nos pidieron escribirles los poemas sobre un solo papel que tenían, es decir, en el dorso del veredicto del tribunal. Al cabo de dos semanas, habían memorizado más de una docena de poemas.

Un día, varios policías vinieron precipitadamente para registrar nuestra celda. La Sra. A y la Sra. B, que habían aprendido algunos poemas de Hong Yin con nosotras, fueron asustadas terriblemente. La Sra. A me dijo que el trozo de papel con los poemas estaba en su bolsillo y no estaba bien escondido. La Sra. B me dijo que el suyo estaba en su equipaje y tampoco estaba bien escondido. No sabíamos que hacer, pero no teníamos miedo. Estábamos muy tranquilas. Una antigua practicante nos recordó repetir silenciosamente las palabras del Maestro. Entonces repetimos silenciosamente las palabras en nuestros espíritus. La policía buscó a la Sra. A y encontró el papel del veredicto del tribunal. La policía lo cogió y le preguntó lo que había escrito en él. La Sra. A respondió sin vacilación: "son mis motivos para apelar", como si tuviera conocimientos en derecho.

Las otras dos presas por su parte estaban sorprendidas pensando en la respuesta. La Sra. A venía de un pueblo de la provincia de Hubei, para trabajar como enfermera en Wuhan. Había estado solamente un año en la escuela primaria. ¿Cómo ella pudo haber escrito “motivos para apelar”?

Ambas presas no pudieron abstenerse de mirar el pedazo de papel. Milagrosamente, había unas palabras en negro sobre el papel que decían "motivos para apelar", y las razones nº 1, nº 2 y nº 3. La pobre escritura exactamente mostraba lo que la Sra. A había dicho. La policía dijo: "oh" y le devolvió el trozo de papel. La policía ya ni miró el papel de la Sra. B.

Cuando se fue la policía, las otras presas le quitaron el pedazo de papel de las manos de la Sra. A. ¡Los poemas del Maestro Li que yo había escrito con tinta azul aparecían de nuevo! Las presas estaban asombradas y excitadas. Ellas sostuvieron mi mano diciendo, "¡es verdad! ¡es verdad!"

Desde entonces, cada día cuando se despertaban por la mañana, recitaban el artículo "Lunyu" del Maestro Li y los poemas de Hong Yin, sentadas en su cama, como lo hacíamos. Cuando tenían tiempo, nos pedían contarles historias sobre los practicantes de Dafa y sus experiencias y enseñarles artículos del Maestro. La policía nos vio por el monitor de televisión y nos interrogó muchas veces, pero jamás se lo contaron a sus superiores. Algunas personas decían que querían aprender Falun Gong cuando salieran de prisión.

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