El Mundo: “El Gobierno chino me secuestró y me forzó a practicar torturas”

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Viernes 18 de octubre de 2002

Por Silvia Roman

Un seguidor de Falun Gong denuncia el “lavado de cerebro” que Beijing practica en campos de trabajos forzados

MADRID – La verdad, la benevolencia y la tolerancia son repelidas en China. Cualquiera que siga estos valores y que realice cada mañana al levantarse cinco ejercicios similares al taichi o yoga –que se practican en cada gimnasio de barrio en cualquier punto del mundo- será condenado a ingresar en un campo de trabajos forzados. Así lo afirma Zhao Ming, un selecto estudiante chino del Trinity College de Dublin (Irlanda), que un día regresó de vacaciones a su país y fue a parar inmediatamente a uno de estos campos por su creencia en estas virtudes y la práctica de estas actividades físicas que conforman lo que es Falun Gong.

Falun Dafa o, como es más conocido, Falun Gong es para el Gobierno chino “una secta diabólica”. De ahí que desde 1997 se persiga a sus practicantes en la República Popular China. Unos 20.000 de ellos están en campos de trabajos forzados. Antes de su ilegalización, el territorio chino albergaba a 70 millones de adeptos. Hoy día, los que se atreven a seguir esta “tradición que beneficia cuerpo y espíritu”, según Zhao, se enfrentan a “todo tipo de torturas o a ingresar en un hospital psiquiátrico”.

“En la primavera del año 2000, viajé de Dublín a Beijing para visitar a mis familiares a mis familiares y amigos. No temí expresar en público los beneficios que produce la práctica del Falun Dafa y me detuvieron. No tuve ningún juicio. Fue un secuestro. Directamente me llevaron a un centro de detención, para trasladarme después a un campo de trabajo, a las fueras de la capital”, recordaba ayer, en susurros, Zhao.

Interminables palizas

Con la mirada fija en el suelo, el joven de 31 años, proseguía: “En el centro de detención no podíamos levantar la vista. Si alzabas la cabeza o no hablabas lo suficientemente alto, recibías descargas eléctricas o largas palizas. Pero tuve suerte: estuve cuatro días. Aunque luego llegó el centro de trabajos forzados, donde hacen todo lo posible por lavar el cerebro…”.

El todo lo posible consiste, según Zhao, en más “descargas eléctricas, impedirte conciliar el sueño durante días u obligarte a estar en cuclillas durante 10 horas”. La pesadilla acaba cuando el retenido confiesa que nunca más se reunirá con los simpatizantes de Falun Gong ni realizará sus ejercicios. “Aguanté todo lo que pude. No quería rechazar algo que me ha ayudado mucho, pero me rendí el día que cinco policías me dieron descargas durante 30 minutos, después de atarme”.

Desde esa jornada, Zhao Ming tenía que insultar a diario a los practicantes de Falun Gong. Y así lo hizo. Pero cuando le empujaron a torturar a otro seguidor de Falun Dafa, Zhao se derrumbó y se negó a ello. Afortunadamente, no tuvo que sufrir las consecuencias. Dos semanas después, la presión de la comunidad internacional – conocedora de su caso- logró su libertad. Habían transcurrido 22 meses.

El pasado mes de marzo, el joven regresó a Irlanda y emprendió una gira por Europa para contar su vivencia. Ayer llegó a Madrid.

Y desde la misma capital, Han Li funcionario de la embajada china, insiste en que Falun Gong es “una organización ilegal, que va contra la Humanidad, por lo que el Gobierno chino la ha prohibido”.

“El comunismo no permite otras ideologías. Se sienten amenazados y han llegado al extremo de acabar con la vida de 500 de mis compañeros a base de torturas”, responde Zhao. “Acabaron con el budismo y el taoísmo y ahora le toca a Falun Gong”.


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