Para la mayoría de los conductores de nuestra región, ver caminar a las tortugas sobre la autopista puede ser un espectáculo digno de ver. A principios de cada verano, se ven muchas sobre el asfalto de las carreteras de campo, haciendo un recorrido de dos o tres kilómetros, a veces más, siguiendo un instinto primordial profundo que les hace desplazarse del sitio donde están al sitio donde quieren ir.
Se les ve con mucha fortaleza avanzando en el camino con una aparente determinación, pero cuando pasan los coches y los camiones, se sienten desorientadas, pierden su coraje, recogen la cabeza y los miembros dentro de su caparazón, y esperan una señal interior, como si fuera un golpe de silbido, que les indica que la vía está libre y que pueden desplegarse y reanudar su viaje. Continúan así, arrastrándose durante un momento, pero al rato, se cobijan de nuevo en la seguridad ilusoria de su concha durante diez minutos o más, cuando aparecen de nuevo más coches y camiones circulando a toda velocidad. La inmensa mayoría, incluso diría que todas, acaban por alcanzar su objetivo atravesando sin parar esos caminos poco frecuentados, sin embargo, a veces se pueden ver también los restos aplastados de aquellas que no lo consiguieron. Y no puedo dejar de preguntarme cuántas llegarían a atravesar el camino con total seguridad, simplemente sacando la cabeza de su concha, sin dejarse distraer por los coches y camiones que pasaban, cuando la inmensa mayoría hacían todo lo posible para evitarlo, y cuántos proseguían el camino todo recto sin parar.
Cuando observo a estas tortugas en su travesía me despiertan una gran simpatía porque sus dificultades sobre el camino me recuerdan mi propia cultivación. Así, yo también, en un momento de mi vida sentí una voz interior intensa que me llamaba a hacer un viaje: el largo viaje de la vuelta a mi verdad, a mi casa y a mi ser verdadero. Y como estas tortugas, tomé el camino con toda confianza y con una aparente determinación, para luego, parar y reanudar el camino en numerosas ocasiones, pasar por períodos de confusión, incluso a veces, caídas brutales frente a obstáculos o signos de peligro. Y en la inmensa mayoría de los casos, no eran pruebas de vida o muerte quienes me hacían buscar un refugio, sino más bien, una distracción o una dificultad, o un conflicto con otro practicante o una cierta incomodidad física o un karma de enfermedad.
En "Zhuan Falun" el Maestro Li ha dicho:
"La deuda debe ser pagada, por eso algunas cosas peligrosas pueden ocurrir en el camino de tu cultivación refinamiento. Sin embargo, cuando aparezcan situaciones de este tipo, no sentirás miedo, y tampoco se dejará que te aparezca un peligro real". (Lección tercera)
Mi entendimiento sobre este párrafo es que, como todavía tenemos karma para eliminar, nuestro camino de regreso hacia nuestro ser verdadero no será fácil ni estará libre de obstáculos, pero estaremos bajo la protección del Maestro y no vamos a correr peligros reales a pesar de que aparentemente parezca lo contrario. Sin embargo, hay una exigencia que no se menciona en este párrafo pero que es subrayada en otros lugares. Por ejemplo en el poema: "Por qué temer" el Maestro dice:
"Si tienes miedo, te capturan
Al rectificar los pensamientos, los perversos se derrumban…". (Hong Yin II)
Y en "Bondades entre el Shifu y los dizi"
"… Con los dizi repletos de pensamientos rectos,
el Shifu posee el poder de llevarlos al Cielo". (Hong Yin II)
Una tortuga puede tener una buena excusa para esconderse temerosa en su caparazón cuando se siente amenazada, después de todo, aunque apegada a su destino, llamada por un instinto primordial, su instinto primordial es preservar su vida. Pero yo, en mi camino de la cultivación como practicante de Falun Dafa, ¿cuál es mi excusa? No tengo ninguna. Como practicante, mi fe está basada en mi comprensión de la Ley (Fa) Y mis pensamientos son rectos solamente si emanan de la Ley y están impregnadas en ésta. Si no logro mantenerme firme o vivir según las exigencias de un practicante esto necesariamente viene de una falta de fe y una falta de pensamientos rectos, y una de las consecuencias es que me alejo de la protección del Maestro.
He leído numerosos artículos escritos por practicantes en China en los cuales los autores declaran en términos claros y precisos cómo han actuado frente a las tribulaciones, cómo llegaron a superarlas aplicando los principios de la Ley, y cómo salieron de estas tribulaciones, como personas evidentemente diferentes nacidas para vivir en un nivel elevado, libres de toda enfermedad y apegos. Son historias de victoria personal sobre el camino de la plenitud perfecta que me parecen muy inspiradoras. Hay también muchas historias de fracasos personales y sus consecuencias y de grandes lecciones aprendidas en el proceso.
Desgraciadamente, no tengo tales historias espectaculares de grandes victorias o fracasos humillantes de cultivación para compartir. A veces, he podido hacer o decir cosas que no debía, pero generalmente he sido culpable de incumplimientos u omisiones, como por ejemplo, no hacer o decir algo, cuando el que se cultiva diligentemente debe decir o hacer. Y éste es el problema, mi timidez como practicante, como un punto esencial que trato de ilustrar en esta analogía. ¿He tenido progresos? Sí, sin duda alguna, ha habido progresos y no tengo ninguna duda sobre ello en mi espíritu. Pero mi progreso ha sido lento y gradual, a veces incluso imperceptible. En la actualidad, después de diez años de cultivación refinamiento, me es más fácil mirar para atrás y ver cúan diferente persona soy ahora, pero no recuerdo un día o un hecho en que haya experimentado una subida específica de iluminarme o de un acontecimiento que me cambiara de la noche a la mañana. Sólo avancé laboriosamente.
¿Esto es lo mejor que puedo hacer? Me niego a creer o a aceptar que soy una persona desesperadamente tímida y temerosa, atascada constantemente en este estado. ¿Cómo puedo acceder al estado noble de un practicante recto, valiente y firme? Este estado que puedo tan fácilmente imaginar pero que encuentro tan difícil alcanzar.
Pienso que es la razón por la que el Maestro Li insiste constantemente en la necesidad de estudiar la Ley diariamente. Nuestra fe no está basada en una serie de ideas o de principios que decidimos creer arbitrariamente. La fe de un practicante está basada en su comprensión profunda de la Ley y esto puede venir sólo de un buen estudio de la Ley regular y de alta calidad. El segundo método para cambiar esta situación es mirar constantemente dentro de sí mismo con el fin de encontrar y eliminar los apegos que nos mantienen atados a este tipo de pensamientos temerosos.
Las analogías no prueban algo en su totalidad pero sin embargo, pueden ilustrar un punto y en un determinado momento desaparecer. Éste es el caso.
En "El corazón definitivamente debe ser recto" (Zhuan Falun) el Maestro Li declara: "En cada prueba y en cada tribulación existe el asunto de cultivarte hacia arriba o caer". Así, en la cultivación refinamiento no existe la cuestión de quedarse en el mismo lugar: si no avanzamos retrocedemos. Cuando pensaba que sólo me acurrucaba en mi concha, de hecho retrocedía al estado del hombre común, alejándome de mi objetivo de regresar a la verdad, a mi casa. A causa de mi falta de fe y de pensamientos rectos, veía peligros allí dónde no los había y esto es lo que realmente me puso en peligro.
En general, creo haber hecho algunos progresos en mi camino de regreso, pero no puedo sino especular con pesar, el lugar donde podría encontrarme actualmente si hubiera avanzado con una fe entera en el Maestro y la Ley.
El Maestro nos enseñó la Ley. Nos dio una escalera para subir a los cielos. Hasta nos dijo cómo escalar protegiéndonos pacientemente del peligro. Sabemos que el Maestro hace siempre su parte el resto depende de nosotros.
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