Una fábula de niño: Lily el loto

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Había una vez, en un lejano estanque una pequeña semilla que se llamaba Lily. Era huraña y tímida, pero le gustaba jugar con todos sus amigos. Lily, sin embargo, creció para ser muy infeliz, ya que había oído a otros hablar de un país maravilloso sobre la superficie del estanque donde vivía. Se decía que en ese mundo brillaba una luz espléndida de un azul turquesa sobre todos los seres y los cielos se extendían hacia todos los horizontes.

Lily soñaba con ver la belleza de esa luz, pero no podía elevarse sobre las aguas profundas y turbias del estanque. Sus amigos la fastidiaban a veces. Mientras tanto Lily soñaba cada día. Siempre le decían que abandonara sus sueños del otro mundo. “Aquí está tu casa Lily”, le decían. “¿Por qué buscar en otra parte?” ¡No podían simplemente entenderla! Incluso los pescados que nadaban en torno a ella comentaban: “¿Por qué no estás satisfecha de lo que eres? ¡Nosotros somos felices aquí!” Freddy el pescado, el más malo de todos, pedía a grandes risotadas a los otros pescados que molestaran a Lily y que le pusieran toda clase de apodos. Aunque no era amable con Lily, ella era paciente con él ya que había perdido a su padre hacia solamente algunos meses al ser agarrado por el anzuelo de un pescador. Igualmente ella comprendía que nadie compartía el mismo sueño en esta vida. El corazón de Lily aspiraba siempre a algo más.

Poco tiempo después, Freddy el pescado pasaba precipitadamente por allí y Lily pudo ver que tenía mucha cólera. Comenzó deliberadamente a remover la arena en la parte de atrás del estanque, volviendo el agua aún más turbia que de costumbre. Mientras estaba ocupado cavando en el barro, repentinamente su cola se quedó atrapada entre las piedras. Se torcía y chapoteaba, sin embargo no importaba lo que intentaba, simplemente él no podía liberarse. Freddy gritaba. “¡Ayúdenme, ayúdenme!” Lily oyó su grito. “Ayúdenme”, repitió. Parecía que no había nadie alrededor. Al girarse Lily pudo ver de lejos a su amigo Thomas la tortuga. “Thomas”, le llamó. Él nadó hacia ella con el fin de ver lo que le pasaba. “Thomas, estoy contento de verte”, le dijo. “Freddy está atrapado entre las piedras y no sabía si alguien podía oírme”. Thomas, un amigo fiel pero de pocas palabras, fue directamente hacia Freddy para ver si podía hacer alguna cosa. Se puso detrás de Freddy y empujó con toda su fuerza. Utilizando su duro caparazón, levantó algunas piedras hasta que Freddy pudo liberarse. “Muchas gracias Thomas”, dijo Freddy. Si no hubiera sido por ti y por Lily, hubiera permanecido allí toda la noche. “No hablemos más”, dijo Thomas. “Estoy simplemente feliz de haber podido echarte una mano. Sin embargo, pienso que deberías pedirle disculpas a alguien. Realmente no haz sido muy amable con Lily.

Cuando el barro empezaba a depositarse al fondo del estanque comenzaba así también a retirarse de las escamas de Freddy, repentinamente Lily observó algo. “Freddy, nunca me había dado cuenta que bajo tu apariencia fangosa eres en realidad un espléndido pescado rojo. Finalmente has revelado tu verdadero color”. Lily no podía creer lo que veían sus ojos. Freddy, en ese momento desconcertado, agradecido a Lily, se despidió rápidamente y se alejó nadando, ¡sabiendo que Lily le había aportado un poco de ternura a su corazón! Algún tiempo más tarde, el señor Junco volvió de nuevo. Lily le contó lo que había pasado. El señor Junco estaba muy contento. “Lily, puesto que has ofrecido tu corazón con el fin de ayudar a alguien a mejorarse y a ver la verdad, tu también recibirás a cambio la misma oportunidad”.

“Lily, ¿puedo confiarte un secreto?” murmuró el señor Junco. “¡Oh sí, hágalo por favor!”, le respondió. “Aunque yo sea el más viejo aquí, estoy muy lejos de ser el más sabio. ¡Un junco puede realmente ver el mundo sobre el agua del estanque, y qué mundo maravilloso es! Hay tantas cosas interesantes para ver. Quizá soy grande, pero he pasado tantas temporadas, yo puedo decirte que verdaderamente el más sabio de todos es la flor de loto”. Lily estaba sorprendida y observó la cara buena y suave del señor junco. “¡No comprendo señor Junco!” dijo ella. “Eres joven Lily, pero creo que ya es tiempo para ti de elevarte por ti misma, de que te desarrolles ampliamente para que puedas florecer en lo que estás destinada a ser.

Ella se despliega lentamente hasta que finalmente sus ojos surgen de las aguas fangosas al esplendor del nuevo mundo arriba. ¡El corazón de Lily gritaba de felicidad! “¡Al fin puedo ver el color del cielo, toda la belleza que solamente veía en mis sueños! Aquí, señor Junco, ¡esta es la luz a la cual tanto aspiré!” ¡Él también podía sentir su propia alegría en el interior de su corazón! Se inclinó hacia Lily y le dijo: “Nunca más tus ojos serán perturbados por las aguas de este estanque. ¡Por la pureza de tu naturaleza has recibido el regalo de una nueva vida!” El señor Junco se le acercó un poco más y le murmuró: “Lily, ahora que has visto el país de arriba, este mundo de luz, debes ver la cosa más importante de todas”. Lily escuchaba sus palabras benévolas. “Señor Junco, por favor dígamelo. Puedo ver tantas cosas ahora que puedo difícilmente contenerme”, le dijo. Con una suave sonrisa él le respondió: “No es lo que has visto de este nuevo mundo, sino indudablemente la belleza en la que te has convertido, la más suave, la flor más bella de este estanque.

Lily se dio la vuelta con el fin de mirarse. Se había abierto en el esplendor de una flor de loto, y al observar más lejos podía ver todas las demás flores de loto que se habían elevado de las profundidades del estanque. Su sueño de ver arriba de las aguas se había vuelto una realidad. “La belleza que se ha formado en tu interior es también lo que ahora ves en el exterior y que verás más allá del horizonte”, dice el señor Junco. Lily comprendió finalmente. Ella mira hacia abajo y por primera vez vio la verdadera naturaleza de las aguas. ¡El estanque era un lugar donde podía aprender a elevar su propio corazón y su espíritu hacia un mundo de cosas de mayor grandeza! Todo, en efecto no era más que un reflejo de lo que había en el interior de sí misma. Ahora, ella había verdaderamente abierto los ojos, o al menos, el corazón con el fin de ver un cielo más bonito e ilimitado, despertándose como si un nuevo día se revelaba en el primer destello.

Lily quería entonces compartir su felicidad con todos los que vivían en el estanque de modo que también a ellos se les pueda ofrecer la oportunidad de encontrar el mundo maravilloso que está esperando resplandecer dentro de sus propios corazones.


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