Mientras que estaba distribuyendo folletos, un grupo de señoras vino y preguntó que qué estaba haciendo el otro practicante, yo les dije que estaba meditando en un estado de paz. En este momento, una de ellas dio la vuelta y dijo que podía sentir una clase de energía caliente que irradiaba del practicante en meditación. No tuve que decir más sobre los ejercicios porque las damas parecían entender naturalmente porqué practicábamos Falun Gong.
Estando ocupado en dar a conocer por otros medios las violaciones de los derechos humanos que están ocurriendo contra los practicantes en China actualmente, hacía bastante tiempo que no había participado en una actividad como ésta. Había olvidado qué experiencia tan asombrosa puede ser practicar los pacíficos ejercicios en un lugar público animado. Eso me dejó un profundo sentimiento de satisfacción.
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