Número áureo: Un código indescifrable

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El SEGMENTO DE ORO: Del Panteón griego a la cáscara del Nautilus, la divina proporción es el patrón de oro de la estética, y con todo, los científicos no siempre se explican la presencia de esta proporción armoniosa por todas partes del mundo natural.

"La geometría tiene dos grandes tesoros": uno es el teorema de Pitágoras, otro... el número áureo. El primero puede compararse a una medida de oro; el segundo a una joya preciosa". J. Kepler

El diario que leen en la pantalla de su ordenador, su tarjeta de crédito, los pétalos de una flor, las hojas de un árbol, un edificio en la calle. Todo se regula por un principio, una proporción, un valor armonioso. En cada esquina de la naturaleza, el universo parece murmurarnos un código, un código único y armoniosamente estético: el número áureo, la divina proporción.

Detrás del caos aparente que domina en el universo, donde cada acontecimiento y medida siguen lógicamente un destino arriesgado, existe realmente un orden invisible. Después de la época de Pitágoras, no se delimitó nunca la clave de este orden que intrigó tanto a matemáticos como a científicos.

Una reciente experiencia que implicaba a personas de distintos orígenes étnicos demostró que en una muestra de varias figuras rectangulares, casi todas las personas designaban una figura como la más armoniosa. Esta figura armoniosa se obtiene cuando el cociente del valor del lado más grande dividido por el lado más pequeño es igual a 1,618 - número conocido matemáticamente con el nombre "oro" o "áureo".

Esta proporción rectangular es la de miles de edificios arquitectónicos del mundo, así como la de las cajas de fósforos, las tarjetas de visita, los libros y cientos de objetos comunes, por la simple razón de que es agradable de ver. Otros edificios como la Gran pirámide de Gizeh, la pirámide de Khéops, la sede de las Naciones Unidas en Nueva York y las catedrales como Notre Dame, personifican toda esta proporción áurea. No obstante, es el Panteón griego el que mejor parece rendir homenaje a esta proporción.

Durante siglos, la expresión absoluta de la belleza artística y la sabiduría humana (aparte de algunas tendencias contemporáneas) nunca se han alejado de esta proporción de oro. En el Renacimiento, numerosos artistas como Leonardo da Vinci utilizaron esta proporción en piezas tan conocidas como "La Cena" (la Última cena) y "El Hombre de Vitruve". Introdujeron la proporción áurea en sus trabajos.

La música tampoco escapa a esta cifra enigmática. El compositor mexicano Silvestre Revueltas utilizó esta proporción para organizar las partes de la composición de Alcancías. Los compositores Béla Bartók y Olivier Messiaen utilizaron los números Fibonacci (que contienen la proporción áurea) en algunos de sus trabajos para decidir qué longitud de notas deberían ejecutarse.

Puesto que la arquitectura, el arte visual, la música y tambien otras actividades son el resultado de esfuerzos puramente humanos, algunos concluyen que la proporción áurea es arbitraria y el resto sigue siendo fruto de una actitud colectiva humana. Sin embargo, sigue existiendo un problema: multitud de entidades orgánicas e inorgánicas reproducen sin fin esta proporción especial en la naturaleza.

Del rectángulo a la espiral de oro (aquélla que resulta de la conexión de los puntos resultantes del ajuste de varios rectángulos áureos), existen abundantes ejemplos: el cuerno de una oveja, los cristales minerales, el vórtice, el tornado, las huellas dactilares, las rosas, la forma concéntrica de una coliflor o de un girasol, los pájaros, los insectos, los peces, la vía láctea, otras galaxias como nuestra vecina M51... o también un caracol. Un caracol perfecto y bello como el nautilus es prácticamente una representación de la proporción áurea. Numerosos árboles revelan también la relación áurea en el espesor de sus ramas, entre las más bajas y las más altas

Phi, el número áureo está también presente en la estética del cuerpo. En los cánones artísticos, lo encontramos como el cociente de la longitud que va desde la cabeza a los pies sobre la longitud del ombligo, que indica un perfecto 1,618. Encontramos un resultado idéntico en el cociente de la longitud de la cabeza entera, sobre la longitud que va desde los ojos a la barbilla; o también en la proporción de la longitud de la nariz a la barbilla sobre la longitud que va desde los labios a la barbilla. Cuanto más se acerca una cara a estas dimensiones, más y más armoniosa nos parece. Contrariamente a lo que se cree, sucede que nuestros gustos están predeterminados de una manera u otra.

El número Phi, al igual que su primo pi (la proporción resultante del cociente de la circunferencia sobre el diámetro del círculo), es pues de una extraordinaria complejidad. Hoy día, Phi se ha elevado a la 12ª potencia, es decir, 1.000.000.000.000 y con todo sigue siendo inasequible. El secreto que existe detrás de esta cifra, que parece definir la armonía y la belleza, es un misterio que ha intrigado a los científicos durante siglos. Aún hoy, sigue siendo un enigma.

¿Cómo explicar que el punto común de miles de organismos biológicos se materializa en un espiral, mientras que estas entidades se supone que han evolucionado de manera totalmente imprevisible y arbitraria? ¿Habría un vínculo con el ADN, el cual en una vuelta completa de la espiral de su doble hélice, donde las dos secciones revelan una relación no es nada más que otro Phi?

Esta parece ser una cifra común a todas las formas de vida, una nota de armonía que haría vibrar al universo.

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