La gran tolerancia

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El diagnóstico del pulso, de un médico de Medicina Tradicional China


Lo que es bueno para los demás también es bueno para uno mismo
El Sr. Wei de la Dinastía Qin era alguien profundamente bueno y le gustaba ayudar a los pobres. Él era un excelente médico de la medicina china, serio en el tratamiento de las enfermedades, independientemente de que sus pacientes fueran ricos o pobres. No pedía dinero por sus servicios y a menudo les ofrecía dinero a sus pacientes más pobres para que compraran medicinas. Si la gente venía de un pueblo para buscar su ayuda, les dejaba siempre comer un poco de papilla o algo liviano y descansar un momento antes de verles. Explicaba: "La gente que viene de lejos está hambrienta y cansada, su pulso se altera, una vez que hayan comido y descansado, el pulso será más regular; yo no estoy tratando de hacer buenas obras, y acumular virtud, solo estoy interesado en obtener una buena reputación como médico". La gente pensaba que todo lo que decía era sólo una excusa para hacer buenas acciones.

Un día, mientras visitaba a un paciente, este último descubrió que las monedas de plata bajo su almohada habían desaparecido. El hijo del enfermo sospechó del Sr. Wei, pero tenía miedo de preguntárselo. Y el hijo, encendió una varita de incienso en la mano, se arrodilló ante la puerta de entrada del Sr. Wei. Este último quedó muy sorprendido al ver al joven de rodillas: "¿Qué estás haciendo?"

"Tengo algo que pedirle, pero tengo miedo de que usted pudiera enojarse. No me atrevo a decírselo".

El Sr. Wei respondió: "Por favor, dímelo, te prometo no enfurecerme".

El hijo le informó sobre las monedas de plata desaparecidas. El Sr. Wei se llevó al hijo a una habitación secreta y dijo: "En efecto, las tomé y quería devolverlas mañana, cuando haya consultado a su padre, Ahora que usted me las pide, por favor tome el dinero, pero no hable de eso a nadie se lo ruego!". El Sr. Wei le dio al hijo la suma mencionada.

Cuando el hijo se había marchado de la casa del Sr. Wei, otros lo culparon por insultar al médico. Cuando regresó con el dinero, empezaron a decir toda clase de cosas malas sobre el médico. Este último continuó actuando como si nada hubiera pasado.

Más tarde, cuando el enfermo estaba totalmente curado, descubrió el dinero que faltaba bajo la manta. Estaba conmocionado y triste. Le dijo a su hijo: "El dinero que faltaba está aquí, y acusamos sin razón al viejo médico. Vayamos a devolverle el dinero y pidamosle disculpas".

Así que padre e hijo, con una varita de incienso encendida en la mano, se arrodillaron delante de la casa del viejo médico. Wei riendo preguntó: "¿Qué están haciendo?"

El paciente estaba avergonzado: "Hemos sido injustos, y le devolvemos las monedas de plata. Estamos dispuestos a aceptar cualquier castigo que nos inflija”. El Dr. Wei les ayudó a levantarse y les dijo: "No es nada, no sean tan duros con ustedes mismos".

El hijo le preguntó: "Pedí consejo de otro y le insulté. ¿Pero por qué lo aguanto sin ninguna explicación? Estoy tan avergonzado que casi no puedo mirarme a la cara. Ahora que tengo la suerte de conseguir su perdón, usted podría por favor, explicarmelo".

El Sr. Wei sonrío: "Conozco bien a su padre y somos del mismo pueblo. Trabaja duramente y vive frugalmente. Si hubiera sabido que había perdido esta suma, su condición se habría empeorado, habría podido no curarse del todo. Poca importancia tiene que mi reputación sea empañada. Cuando su padre supo que su dinero estaba intacto, era feliz y su enfermedad desapareció rápidamente". El Sr. Wei les invitó a los dos y les ofreció una comida deliciosa y un buen vino.

Ese día había tanta gente consciente de los hechos que estaban bloqueando la calle. Todo el mundo admiraba el Sr. Wei por su amabilidad y generosidad. La fama del Sr. Wei se extendió rápidamente por todas partes.

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