Incluso hoy, de vez en cuando, una docena de practicantes son detenidos y luego enviados a clases de lavado de cerebro o a centros de detención. Están detenidos desde unas semanas hasta varios meses. Algunos son enviados a campos de trabajo forzado.
Durante la detención, la policía y los presos inmovilizan en el suelo a los practicantes que están en huelga de hambre y les insertan a la fuerza un grueso tubo por la nariz y vierten una solución de agua con una fuerte concentración de sal. Otros practicantes son sumergidos en agua sucia hasta la altura del pecho. Son forzados a permanecer en el agua durante más de diez horas.
Se encadena a ciertos practicantes. La policía les esposa con cadenas durante días de modo que no pueden tenerse de pie. Luego la policía les hace llevar bolsos de harina de más de 50 kilos y les fuerza a ir y venir en el pasillo, incluso mujeres en su cincuentena. Algunos practicantes son suspendidos por las muñecas esposadas. La policía les tortura entonces con porras eléctricas durante horas y durante varios días consecutivos. Otros están son esposados y forzados a permanecer en cuclillas. Si se mueven sólo un poco, la policía y los presos les pegan. Si un practicante pierde el conocimiento por los golpes, la policía le vierte agua fría para reanimarle. Se les fuerza a permanecer en cuclillas durante varios días.
En enero de 2003, una practicante fue golpeada y seriamente herida. Murió el día en que llegó al hospital. Cuando alguien preguntó a la policía porqué no se atenían a las leyes al tratar a los practicantes de Falun Gong, replicaron que habían recibido órdenes del gobierno central de que Falun Gong era una excepción.
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