El sábado 4 de septiembre, Jia Qinglin y su comitiva visitaron el famoso templo del arquitecto Gaudí, la Sagrada Familia.
Este templo es constantemente visitado por turistas de todo el mundo. Un grupo de practicantes fuimos allí para manifestarnos pacíficamente y dar a conocer la brutal persecución de Falun Dafa en China. En los alrededores había funcionarios chinos esperando la llegada de la comitiva, cuando vieron a un practicante que llevaba una pancarta, uno de ellos intentó agredirle, tal como se hace en China, pero inmediatamente un compañero suyo del consulado lo detuvo, consciente de que aquí no pueden hacer estas cosas. Si en un país libre y democrático y a plena luz del día delante de los ojos de los transeúntes, un funcionario chino puede actuar con tal violencia y sin pensar en las consecuencias. En China, un país dominado por el vil y terrorista régimen de Jiang Zemin, ¿con qué violencia perseguirán y torturarán los malvados policías a los pacíficos practicantes de Falun Gong?
Dos policías de paisano se identificaron y nos pidieron la documentación; otros policías de uniforme entonces se dieron cuenta: “¡Ah! sois los que ayer os manifestabais en el hotel”. Como ya conocían la verdad de los hechos de la persecución nos permitieron quedarnos por allí e incluso pudimos desplegar nuestras pancartas.
Sobre las 11 de la mañana, de repente apareció la comitiva escoltada por la policía. Incluso cerraron toda la calle al transito para ellos. Aparcaron justo delante de una de las dos entradas del templo, iban varios coches, el primero con bandera diplomática, y seguidos por 4 o 5 autobuses de chinos. Ya estaban bajando de los autobuses cuando vieron la pancarta de Dafa, subieron precipitadamente otra vez al bus y rodearon el templo para entrar por la otra puerta. Pero allí también había practicantes, así que entraron al templo a toda prisa. Había mucha gente mirando con expectación. Muchos transeúntes y también extranjeros pidieron información y les dimos folletos explicativos.
Parece ser que nuestra presencia “incomodaba” al Sr. Jia y seguramente por eso su visita al templo fue tan corta, lo que normalmente lleva más de una hora en visitarse, en unos diez minutos entró por una puerta y salió por la otra, igual que había llegado se marchó a toda velocidad.
Empiezan a pesarle las querellas criminales por genocidio, primero la de Austria y ahora la de España.
Queríamos “despedirle” en el aeropuerto, pero se las arregló para esquivarnos. Por la tarde viajaron hasta Madrid, su siguiente etapa.
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