La prisión para mujeres de Harbin detiene ilegalmente a cientos de practicantes de Falun Dafa, que se encuentran sometidas al trato más cruel e inhumano.
Durante el frío invierno, el primer capitán de escuadrón Yang Hua y el segundo capitán Zhao Ling obligaron a veinte practicantes de Dafa a estar de pie fuera del edificio de la prisión, enfrentándose al viento frío durante todo un día, con una fina capa de ropa. Las practicantes, incluyendo a Sui Shuchun, fueron empujadas al suelo helado, causando que la mayoría perdiera el control sobre sus necesidades fisiológicas.
El duro frío provocó que la practicante de Dafa, Sra. Liu Xuewei, perdiera la conciencia. Se ordenó a varias reclusas que la arrastraran dentro del edificio para reanimarla, y después llevarla afuera de nuevo. Esto sucedió varias veces al día. Las practicantes de Dafa fueron torturadas de manera similar durante 15-16 días. Las manos de la practicante Yu Xiulan se volvieron negras debido a la congelación, y también fue retenida en una celda de aislamiento para ser “transformada” a la fuerza. Se utilizaron varias formas de tortura, como la celda de agua, con las manos del preso esposadas tras la espalda a un trozo de madera sobre el suelo. Cuando los practicantes intentaban clarificar la verdad sobre Dafa a los guardias, se les tapaba la boca con cinta.
Las practicantes de Dafa, Fu Guichun y Wang Shuzhi, fueron retenidas en celdas de aislamiento. Cuando Fu Guichun necesitaba utilizar el servicio, un guardia no sólo se negó a permitírselo, sino que también le vendó los ojos y la golpeó violentamente hasta que se desmayó. Wang Shuzhi dijo, “Está muerta y ¿todavía la golpeas?” Y el guardia respondió, “Sólo está fingiendo.” Cuando la practicante de Dafa Qu Yuping explicó la verdad sobre Dafa al Capitán Yang Hua, fue golpeada hasta que su cara quedó deformada. Esto sucede regularmente en la prisión.
Para perseguir a los practicantes de Dafa, la policía asignó a cuatro reclusas criminales para que vigilaran a cada practicante. Si las practicantes se negaban a trabajar, los créditos de las reclusas se reducirían. Algunas reclusas se hicieron cada vez más malvadas y llevaron a cabo órdenes de golpear y patear, además de acosar verbalmente. Incluso seguían a las practicantes a los servicios.
En el verano, se forzaba a las practicantes de Dafa a correr continuamente alrededor del patio de la prisión, sin descanso. Los policías, a la sombra, ordenaban a las reclusas que vigilaran a las practicantes. Aquellas que no podían correr eran torturadas y azotadas.
Las practicantes que salían de celdas de aislamiento parecían esqueletos, casi incapaces de andar y hablar, y algunas tenían que ser llevadas. Incluso las reclusas de otras celdas que vieron esta escena no pudieron evitar echarse a llorar. Las celdas de aislamiento estaban heladas, y no se permitía a las practicantes llevar ropa, y mucho menos sudaderas y pantalones aislantes. Sus manos eran esposadas detrás de la espalda a tuberías de hierro congeladas. Por la noche, tenían que sentarse en el suelo de cemento. La policía de la prisión las alimentaba a la fuerza con tortas de maíz y agua salada. Si se resistían, los carceleros las golpeaban, pateaban, y electrocutaban con porras eléctricas. Incluso subían el volumen de la música para evitar que se escucharan los gritos desde el exterior. Algunas fueron retenidas en celdas de aislamiento durante meses. Casi todas tenían que ser llevadas cuando estaban apunto de morir.
Al ver que las practicantes de Dafa eran tan firmes, la policía utilizó medidas extremas para perseguirlas. Si las familias de ellas venían a visitarlas, se obligaba a éstas a que admitieran su falta por cometer un crimen. Si se quedaban calladas, se rechazaba la visita de la familia. En este caso, la policía giraba y decía a los familiares de la reclusa, “Simplemente no quiere verlos.” Inconsciente de la intervención de la policía en la situación, la familia no tenía más opción que volver compungida a casa. Debido a que las practicantes no reconocían haber hecho algo malo, eran penalizadas y obligadas a pasar todo el día sin comida ni agua. La visita de la familia se hacía casi imposible.
La oficial de policía Wang Yali está encargada de perseguir a Falun Gong. Las reclusas la llaman “gran compañía Wang.” Es tan malvada y cruel que las reclusas no se atreverían a respirar libremente delante de ella. En la prisión de mujeres, no se permite comprar cosas de uso diario a las practicantes de Dafa, y son brutalmente torturadas cada día. Esto es sólo una pequeña parte de las numerosas historias horrorosas sucedidas aquí.
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