Durante los últimos quince años, he experimentado muchos milagros desde que comencé a practicar Falun Dafa

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A comienzos de 1996, mi hija me visitaba y me contaba historias milagrosas sobre Falun Dafa. Yo tenía 78 años de edad en ese momento tenía todo tipo de enfermedades. Puse todo mi corazón en la práctica y los resultados fueron sorprendentes. Tenía una tos crónica desde hace más de diez años y ningún médico pudo ayudarme. Tan pronto como empecé a practicar, la tos desapareció. Tampoco volví a tener cálculos biliares, podía comer huevos y no tuve problemas al comer alimentos fríos, calientes, amargos o picantes. Mi cuerpo se sentía ligero sin ninguna enfermedad

Mi cuerpo ha cambiado drásticamente en los últimos quince años, tengo más facilidad para oír y mi cara tiene menos arrugas. No tomo más medicamentos y no me parezco a una mujer que tiene 94 años. Este es mi primer milagro.

El segundo tiene que ver con las gafas graduadas. Una vez que empecé a practicar, no las llevé más, ni las necesito más para leer, ni para enhebrar una aguja.

Me caí en varias ocasiones desde que empecé a practicar. El tercer milagro es que en todas las ocasiones he salido ilesa. En 2004, cuando tenía 86 años, me caí en el baño de un centro para la tercera edad. Una persona me vio caer, pero no me ayudó a levantarme. Con la protección y la bendición del Maestro fui capaz de levantarme por mí misma y volver a casa. Me caí dos veces en la calle. Mi cara estaba herida, especialmente la boca y la frente, al igual que mis manos y las rodillas, pero no me dolían. Una vez, cuando tenía 90 años, me caí en el baño, sola en casa, y me golpee la parte trasera de mi cabeza contra la pared de azulejos del cuarto de baño. Después me caí con una tina de plástico sucia, que se rompió, pero no me pasó nada. Otra vez me quedé en la sala de estar y de nuevo mi cabeza golpeó el suelo. Mi hijastro me ayudó a levantarme y me preguntó si estaba herida, le dije que tenía un pequeño problema en la parte posterior de la cabeza. Él quería que yo me tumbara en la cama. Poco después, los viejos amigos vinieron a visitarme, y de inmediato quería estar con ellos. Todos estaban preocupados por mí, pero no había ningún problema. Cada vez que me caía, supe que tenía la protección del Maestro.

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