Esta tarde, en nuestra cena familiar de Navidad, catorce niños y adultos nos reunimos alrededor de la mesa. Cuando acabamos la comida principal, mi tía pidió a cada uno de nosotros compartir algo especial que hubiéramos vivido o descubierto durante este año. Me pidió que comenzara, lo que reavivó mi apego al miedo de hablar en público pero que tenía ganas de superar. Por una parte quería decir a cada uno cuán importante es ser una buena persona, pero otra parte de mí tenía ganas de acabarlo rápidamente. Tampoco tenía ganas de hablar directamente de Falun Dafa ya que todo el mundo sabía que era practicante y en el pasado ya me habían dicho que había estado demasiado obnubilada. Sin embargo, quería apoyar Falun Dafa sobre todo por las tres personas de New York que estaban en nuestra mesa y que no sabían que yo practicaba pero que sin duda alguna habían visto los materiales de clarificación de Falun Dafa en Manhattan.
Dije que los veintiún primeros años de mi vida habían sido los más felices y eso desde el punto de vista romántico, educativo y espiritual. Sabía que ciertas personas comprendían lo que quería decir con cada una de las tres palabras. Al mismo tiempo pensaba que debería hablar de la belleza de Verdad, Benevolencia y Tolerancia.
Mientras continuaba dando la vuelta a la mesa, emití pensamientos rectos para mantener un ambiente apacible, particularmente cuando observé que un poco de tristeza y duda comenzaron a invadirme. Los que hablaron después de mí lo hicieron más extensamente, y tuve la impresión que habría podido hacerlo mucho mejor. Habría querido hablar tanto de la belleza de Verdad, Benevolencia y Tolerancia.
Antes del postre, mi tía nos pidió dejar hablar a mi hermano, que era dos años más joven que yo. Hizo un bello discurso que venía del corazón sobre cómo, en el colegio, había aprendido a no tener miedo a despertar su espíritu sobre las nuevas ideas y los nuevos modos de vivir. Cada palabra salía de su corazón y sentía que cada persona lo escuchaba intensamente. En ese momento comprendí que un no practicante lo había hecho mucho mejor que yo, al fin de su discurso él dijo: "Quiero que todo el mundo sepa que estas ideas vienen de mi hermana" y señalándome con el dedo dijo: "He aquí lo que he comprendido de las enseñanzas de Falun Gong que he descubierto este año"... Las lágrimas inmediatamente comenzaron a fluir por mi cara. Me sentía mal al ver que él estaba diciendo todo esto que yo había querido decir a cada uno. La sala estaba silenciosa y yo miraba su cara iluminada por la luz de las velas. La sala estaba tranquila y la luz de las velas era brillante. Mi hermano tenía las lágrimas en los ojos y me miraba con una expresión de sorpresa, como si no supiera de donde le habían venido estas palabras. "Sabéis", continuó: "cuando ella me habló, mi padre me dijo que tuviera el espíritu abierto y sacara de esto todo lo que pudiera".
En este instante muchas lágrimas fluían alrededor de la mesa. Mi madre dijo: "¿Por qué lloramos todos?" Nadie respondió. En silencio envié pensamientos fuertes y rectos y los imaginé creyendo totalmente en la bondad de Falun Dafa. Verdaderamente era un momento muy grande para la familia y sentí la presencia del Maestro otorgándonos una preciosa gracia en esta noche de Navidad.
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