En primer lugar, respetuosos saludos a nuestro Maestro. Buenos días a todos los presentes. Para referirme a mi actual condición de practicante de Falun Dafa y discípula del Maestro Li, necesito referirme brevemente a algunas etapas pasadas.
Desde mi adolescencia estuve en una inconsciente búsqueda, pero no me pregunten de qué. Entonces era integrante de la acción católica juvenil de mi barrio. Durante la época de estudiante universitaria, me divorcié de la iglesia totalmente. Con el paso del tiempo, alrededor del año 90, mientras mi vida de casada se derrumbaba lenta pero inexorablemente, y buscando una salida, comencé, mucho más conciente, una búsqueda, me auto-titulé “buscadora” y por supuesto ya tenía una idea más clara del objeto de mi búsqueda: buscaba a Dios, pero no al dios católico, sino algo dentro de mí, más profundo y personal.
De este modo, me relacioné con diferentes grupos, que vistos retrospectivamente me aportaron elementos valiosos y siguiendo el curso natural instintivamente, llegué hasta el momento presente. Aquí me tienen, intentando relatar con coherencia toda mi larga búsqueda, que por lo visto, no fue en vano. Claro que me hubiese gustado encontrar antes al Maestro, y no a esta edad de persona “relativamente vieja”.
Como dice el Maestro, fui una de esas personas que viajó bastante y gastó mucho dinero en eso. Lo paradójico es que encontré el verdadero camino, el de la cultivación, gratis, mientras que siempre cualquier seminario, o curso significaba un desembolso de dinero.
Es así que llegué a los 50 años creyéndome muchas cosas que no eran. Ahora lo veo claro: a pesar de los sufrimientos pasados (donde se incluye el suicidio de mi ex marido) yo era una persona con un gran ego (o personalidad) , súper positiva, con una energía desbordante, muy estructurada, que cuidaba su imagen externa todo el tiempo, no sabía escuchar, hablaba más de la cuenta, y que por supuesto intentaba ser feliz a toda costa, aunque no hubiese podido vencer hasta ese momento, una enfermedad crónica, el asma, a pesar de haber practicado yoga durante varios años.
En mayo del 2002 comencé a hacer los ejercicios de Falun Dafa, mientras mi estado de salud era deplorable y ya comenzaba a asustarme: si tomaba medicamentos estaba “bien”, en cuanto los dejaba, volvía a faltarme el aire. ¡Me quería morir ¡ En el momento preciso en que pensé dejar el grupo donde estaba en ese momento, es decir, cambiar de maestro, como por arte de magia, me pasó la falta de aire. Pasé del susto a la fascinación.
Al cabo de dos meses, el Maestro me dio la posibilidad de mudarme a mi barrio de la infancia, justo enfrente de la casa paterna, y tuve tiempo suficiente para cuidar y estar cerca de mi madre, quien murió cuatro meses después. Su muerte me fue avisada, y pude enfrentar con entereza ese momento.
Contar experiencias de cultivación sería demasiado extenso o inoportuno, pero sí quiero mencionarles un hecho que para todos fue extraordinario. Se trata de la aparición de “faluns” en el cielorraso del living de mi apartamento, exactamente arriba de la mesa donde nos sentamos a leer, tomar café, té, etc.
Lo recuerdo muy bien. Fue un día viernes, dos o tres días después de haber visitado el diario local, donde nos prometieron la publicación de un artículo de Falun Dafa. Expresamente sugerí que quedaría muy bien determinada una figura en colores, en la primera plana del suplemento “Mujer y hogar”.Y así fue, apareció la publicación el día 29 de junio, día domingo. Fue una alegría para todos.
Ese día viernes, repito, estábamos leyendo la Ley con un estudiante de economía, quien estaba ávido de todo, y no sólo leía, sino preguntaba muchas cosas. En un breve descanso, serví café y fue allí que mi amigo Pepe, otro practicante, los vio. Apareció un falun, luego otro y otro. Giraban a increíble velocidad, cambiaban de forma y de lugar. Los tres estábamos absortos, fascinados mirando el techo, en un silencio cargado de admiración frente a aquel hecho sobrenatural. Pensamos en un montón de causas, entre las cuales se nos ocurrieron algunas totalmente irracionales. ¿Era un premio por estar clarificando bien la verdad? ¿Era una bienvenida al nuevo practicante? O cosas así. Al otro día, sucedió lo mismo y con el tiempo, es un hecho común en mi casa. Descubrimos que el líquido de las tazas o vasos es su soporte material, que tal vez tenga que ver el hecho de existir luces dicroicas, pero a pesar de esto, no tienen por qué moverse a esa velocidad, ni formar figuras diferentes. ¡Ah! y todo visto por todo el mundo, con estos ojitos engañadores.
Hace poco, se vio también un falun enorme en la pared de la casa de José, el otro sitio de práctica en Santiago.
Hemos pensado en el por qué de este fenómeno, y creo que una respuesta podría ser para mostrarnos que no estamos solos, para darnos fuerza cuando estamos caídos, para animarnos en el camino.
Pero vamos al centro de esta exposición, donde quisiera relatarles cambios sustanciales en la vida de esta humilde cultivadora, que sinceramente no estaría enfrente de ustedes, si no fuera por el pedido expreso de otro practicante. Si alguien me pregunta: ¿cómo cambió tu vida con Falun Dafa? Podría hablar un montón. Voy a tratar de ser ordenada, de resumir, de ser concisa, cosas nada fáciles para mí. Comenzaré de afuera hacia adentro.
En primer lugar, mi gran ego, la gran superestructura mental que cargaba, la energía desbordante, los intentos de supermujer (que hace de todo y todo bien), la impecabilidad externa y todas otras cosas por el estilo, desaparecieron gradualmente, casi sin que me diera cuenta.
Un día cualquiera, mientras iba manejando el automóvil en el que me desplazo, caí en la cuenta de la serenidad que me embargaba, serenidad que nunca antes había sentido. Esto, como consecuencia, trajo un cambio de actitud en la vía pública. El tránsito en mi ciudad es literalmente un caos, pero ya no me enojo, en absoluto, dejo pasar a todo el mundo, esas minucias ya no me alteran.
No voy a negar que algunos apegos fuertes sí me costaron sufrimiento emocional y físico;
Pero también me di cuenta de que sufrí tal vez innecesariamente por mi mente no recta y por mis apegos, que me eran mostrados y no podía o no quería ver. Al mismo tiempo, me di cuenta de que el sufrimiento sirvió para hacer salir de mí, para exteriorizar, la humildad,
la bondad y compasión que siempre tuve, pero que estaban obstruídas por toda esas estructuras mentales que cargaba y que provienen de tanta educación, prejuicios, creencias, lecturas, etc. Aclaro que en este sentido, siento que estoy dando mis primeros pasos, sólo eso.
A pesar de ser profesora en letras, siempre he sido, en los círculos íntimos por supuesto, mal hablada; es decir, decía malas palabras. Tenía mis fundamentos teóricos para esto, para mí había cosas que no se podía expresar sin deslizar alguna mala palabra. ¡Qué equivocada estaba! Ahora ya no me parecen necesarias, no las digo, es más, cuando las escucho me parecen violentas, fuera de lugar. Pero, hago de cuenta que no las oí. También esto sucedió naturalmente, sin que me diera cuenta.
Otro cambio que sólo yo noto, es en cuanto a la memoria. Si bien es verdad que a veces olvido nimiedades, mi memoria funciona mejor que antes, no me olvido de cosas importantes, tengo mayor facilidad para retener conceptos y datos y esto es importante para cualquier profesor.
Escucho más a las personas, aunque en este terreno, me falta un montón. Observé algo hace poco: cuando digo algo espontáneamente que no está de acuerdo con la bondad y la tolerancia, me doy cuenta de inmediato de mi error y rectifico en ese momento. Superé la culpa, soy más efectiva.
Hace un tiempo leí algunos entendimientos de ciertos practicantes donde se mencionaba que si uno hace las cosas sin intención, sin expectativas por el resultado, dicho en otras palabras, con el corazón limpio, “haz pero no busques”, las cosas salen bien. Entonces comprendí que eso fue lo que me pasó en algunas ocasiones. Sólo voy a mencionar una, que pensándolo bien ahora, es notable—para mí, por supuesto-- por lo cual vale la pena contarlo. El año que pasó, tenía un 1º año de Polimodal especialmente con poco afecto al estudio, no hacían tareas ni en la clase ni en la casa, se quejaban todo el tiempo, algunas alumnas eran muy peleadoras. Excepto dos o tres, el resto tenía un nivel muy bajo. Yo tampoco sabía qué hacer con ellos y me quejaba por su actitud negativa. Hasta que un buen día reflexioné acerca de qué podía hacer por ellos como cultivadora que recién estaba “despertando”. Lo recuerdo como si fuese hoy, me paré en la entrada del curso y me propuse mentalmente que ese día iba a estar positiva, muy positiva, tolerante, muy tolerante, no importaba cómo se portaran, yo estaría bien.
Saludé muy amable y mientras borraba el pizarrón, sin haber hablado casi nada, comenzaron a preguntarme cómo había pasado el fin de semana, qué cómo estaba de linda, que esa ropa me quedaba bien, en fin, una serie de gentilezas que no eran para nada comunes y por las que estaba asombrada. Se los dije, por supuesto: -“Pero qué maravilla, ¿qué les pasa hoy?” Entonces la clase se desarrolló en un clima de armonía, trabajaron como nunca, hicieron tareas, y al final de la misma algunas alumnas expresaron que la clase les había gustado mucho. Lo mejor de todo fue que aunque hubo altibajos durante el resto del año, un 90% mejoró notablemente y al finalizar el curso, con mucha paciencia mediante y varias oportunidades, todo el curso aprobó. Algo muy raro considerando una materia como Lengua. Por supuesto, no voy a contar con ningún detalle, la cantidad de veces que caí con mi xinxing por no tener tolerancia.
Cuando comencé a leer Zhuan Falun cometí un error muy serio: en la primera lectura cuando el Maestro dice “.......y expulsaremos los elementos causantes de enfermedades, todo de una vez.”, dudé. Recuerdo que pensé: “veremos”, pero en ese momento ni lo tomé en cuenta. Al cabo de casi un año, cayó en mis manos un material donde el Maestro habla de las enfermedades y ahí sí, me di cuenta de mi corazón incrédulo, de todo el tiempo perdido, de la enorme misericordia del Maestro, de su generosidad, de su bondad. Me arrepentí profundamente, nunca antes había sentido en mi corazón un arrepentimiento semejante. ¡Cuán ciega fui! Y fue en ese momento, mayo de 2003, que comenzó a tornarse más clara en mi mente la posibilidad de una curación a nivel profundo de la única enfermedad que me acompañaba desde hacía 38 años, el asma.
Ahora lo veo con claridad: no creí a causa del karma. Si bien en otros terrenos había avanzado, en ese sentido estaba como estancada, y al mismo tiempo, era lo que más me preocupaba. Después de un sincero arrepentimiento, comencé a recibir señales en cuanto a mi salud.
Soy conciente de que desaproveché oportunidades, al menos dos, de apartarme de la medicación, y al mismo tiempo, me fueron mostrados mis apegos. Descubrí que tenía miedo. Yo le hubiese jurado a cualquiera que nunca sentí miedo antes, pero ¡estaba tan tapadito! Es decir, cubierto de capas y capas. Bueno, sintetizando, me costó mucho extirpar algunos apegos muy arraigados, me falta echar afuera muchos más. Subí algunos peldaños con mi xinxing, disminuí el uso del inhalador en un 80% a 90% en el último tiempo y en este momento mientras estoy escribiendo,-- que significó un proceso muy intenso emocionalmente, porque llegué a zonas cada vez más profundas y dolorosas, imposible de explicar con palabras—en este momento, sé que estoy sana y como ya ha sucedido otras veces, desde hace algunos días, me siento muy bien, sin tribulaciones físicas ni necesidad de inhalador alguno.
Para finalizar, puedo afirmar con alegría que Dafa ha cambiado mi vida para bien en muchos sentidos, sobre todo en el sentido de cambiar mi mente en cuanto a la rectitud de la misma, al sentido moral, a saber dónde estoy parada en este mundo, en esta “gran tina de tinta” de la sociedad actual, y sobre todo agradecida a la enorme y certera posibilidad de salvar seres concientes con eficacia, gracias a la infinita Compasión y Bondad de nuestro Maestro Li Hongzhi.
27 de febrero de 2004
* * *
Se autoriza la impresión y circulación de todos los artículos publicados en Clearharmony y su contenido, pero por favor cite la fuente.