Antiguas Historias de Cultivación: Creer o no Creer

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En tiempos antiguos, Bodhisattva Dizang vino al mundo humano y encontró que las personas de esa época ya no creían en Dios o en el Cielo. Entonces decidió que debía encontrar a una, quien aún creyera en Dios y salvarla.

Con el fin de buscar una persona quien aún tuviera fe en Dios, Bodhisattva Dizang se transformó a sí mismo en un mendigo, que pedía comida viajando de un poblado a otro. Ninguna de las personas con quienes se cruzó le dio algo de comida y el aún no podía encontrar a nadie que adorara a Dios. Cuando llegó a la entrada de un pueblo, vio a una abuela de edad avanzada quemando incienso frente a una estatua de Buda. Entonces se acercó para pedirle algo de comida. La abuela vaciló y le dijo, “A mi sólo me queda este cuenco con arroz. Tu puedes tomar la mitad y yo haré las ofrendas a Buda con la otra mitad”. Viendo la sinceridad de la abuela y su gentil corazón, Bodhisattva señaló hacia un par de estatuas de leones de piedra y le dijo a la abuela antes de irse, lo siguiente: “Cuando veas que los ojos de ese par de leones de piedra se ponen rojos, marcaran el tiempo de un gran diluvio tú debes ir rápidamente a la cima de la colina y entonces serás salvada”.

Esta bondadosa abuela divulgó la noticia a todo el poblado. Sin embargo, nadie le creyó, en cambio se burlaron y la reprendieron. Le dijeron que estaba insana y que era supersticiosa. ¿Cómo sería posible que los ojos de un par de leones de piedra se pusieran rojos? Desatendiendo al sarcasmo, la anciana abuela les suplicó a los ancianos que creyeran en lo que ella les estaba diciendo.

La abuela mantuvo firmemente estas palabras en su mente y miraba diariamente los ojos de los leones de piedra. Un día, a muchos aldeanos maliciosos se les ocurrió una idea. “Juguemos un juego con la anciana. Pintaremos los ojos de los leones de piedra con tintura roja.” La abuela vio que los ojos de los leones realmente se habían puesto rojos y ansiosamente comenzó a gritarle a los aldeanos, “Apúrense y corran. El diluvio de acerca.” Viendo a la anciana tan histéricamente preocupada, las personas comenzaron a reír fuertemente y a burlarse de ella. Viendo que no tenía alternativa, ella corrió hacia la colina por sí misma. Para el momento que alcanzó la cima de la colina, miró hacia atrás y solamente encontró que toda la aldea estaba sumergida por el diluvio y ninguna risa podía oírse.

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