Historias de la antigua China: La fe en Buda ocasiona numerosos milagros.

Facebook Logo LinkedIn Logo Twitter Logo Email Logo Pinterest Logo

Durante la Dinastía Tang, un libro titulado Retribuciones de los Pecados, contenía numerosas historias que mostraban que la adoración sincera a Buda permitió a ciertas personas estar al amparo de peligros y desastres.

La primera historia:
A finales de un año del período Dong Wei, algunas personas de la ciudad de Ye Xia fueron a trabajar a una mina de plata en la montaña del Oeste. Al final de la jornada, justo en el momento de salir, se produjo un hundimiento de tierra. El último en salir, quedó totalmente sepultado en la mina. Por suerte, no resultó herido. Y aunque estaba atrapado, podía ver el exterior a través de una pequeña abertura. Desde allí, gritaba pidiendo ayuda, pero nadie podía oírle. Sólo le quedaba una opción: rogar a Buda.

Informaron al padre que su hijo había quedado atrapado en la mina y que su cuerpo no había sido encontrado. Entonces, el padre quiso hacer algo para liberar el alma de su hijo del purgatorio. Era muy pobre, pero consiguió hacerse con un simple tazón de arroz. Se acercó a un templo y en ofrenda dio el tazón de arroz a los monjes, a la vez que les pidió que rezasen por la expiación de los pecados de su hijo. Sin embargo, como la mayoría de los monjes disfrutaban de mejores ofrendas y vivían de lujo, despreciaron el tazón de arroz. El padre se sintió tan desolado que lloró con mucha tristeza. Uno de lo monjes al verlo, sintió simpatía hacia él y aceptó su ofrenda. Después de comerse el arroz, el monje rezó por su hijo y el padre se marchó sintiéndose más aliviado.

En ese preciso momento, el hombre que estaba atrapado bajo tierra en la mina, vio repentinamente a un monje que tenía un tazón de arroz en la mano, éste caminó hacia él y a través de la pequeña abertura, le ofreció el tazón de arroz que llevaba. Desde entonces, él nunca más sintió hambre. Lo único que hizo fue sentarse y adorar a Buda.

Al cabo de diez años, cuando el Emperador Qi Wen accedió al trono, ordenó la construcción de un pabellón en la montaña del Oeste. Mientras los obreros estaban cavando, sucedió que cayeron al interior de la mina y descubrieron al hombre que hacía diez años había quedado atrapado y lo sacaron de allí. El hombre sencillamente volvió a su casa y se reencontró con sus padres. Todos quedaron asombrados por este milagro.

La segunda historia:
Zhang Liang era funcionario de alto rango de la ciudad de You Zhou. Siempre había creído en Buda. Un día, fue al templo para adorarlo y vio polvo sobre la enorme estatua. Inmediatamente, lo limpió, lo secó y comenzó a adorarlo.

Un día, Zhang Liang estaba sentado en el porche de su casa y dos criadas le acompañaban sentadas, una a cada lado. De pronto, el tiempo cambió súbitamente y empezó a caer una gran tormenta. En el pasado, este tipo de tormentas provocaban mucho miedo en Zhang Liang, así que se concentró en su oración a Buda para reducir el miedo. Un momento después, un relámpago golpeó un soporte de madera del porche y la descarga cayó sobre una de las criadas que en ese momento miraba qué había pasado. A Zhang Liang, le cayó un trozo de madera y recibió un golpe en la frente. Aunque la madera que le cayó encima quedó partida en dos por el impacto del relámpago, él no sintió ningún dolor. Después, observando atentamente su frente descubrió que tenía una marca roja.

Al día siguiente, fue al templo para adorar a Buda como de costumbre y al ver una gruesa cicatriz en la frente de la estatua, se sintió conmovido. Parecía como si hubiera sido golpeada por un objeto y estaba en el mismo lugar donde Zhang Liang había sido golpeado por el trozo de madera. Zhang Liang comprendió que era Buda quien le había salvado del peligro en recompensa por sus buenas acciones pasadas. Todos los que escucharon esta historia quedaron conmovidos.

La tercera historia:
Lu Wen Li era funcionario imperial de la ciudad de Fang Yang. Una vez, mientras todavía era un funcionario raso, lo enviaron a cumplir una misión imperial a la ciudad de Jin Zhou. Cuando llegó a la región meridional del río Yangtzé, cayó gravemente enfermo. Su vientre se hinchó, se puso duro como una piedra y no podía absorber ningún alimento. Comprendió rápidamente que ningún tratamiento podría ajustar su problema y creyó que ya no podía hacer nada más, sólo esperar y morir. La única cosa que le quedaba por hacer era consagrarse y rogar a Buda.

Unos días más tarde, Lu Wen Li tuvo un sueño y vio a Buda que le decía: “Por la adoración que has consagrado a Buda, vengo para salvarte. Ahora voy a quitar la enfermedad de tu vientre”. Buda cogió una cuchara ancha de madera, la sumergió en su abdomen y sacó de dentro tres litros de suciedad. Después, Buda desapareció como un relámpago y Lu Wen Li despertó sobresaltado. Enseguida comprobó que su vientre estaba liso y que su enfermedad había desaparecido. Después de eso, vivió con buena salud el resto de su vida.

* * *

Facebook Logo LinkedIn Logo Twitter Logo Email Logo Pinterest Logo

Se autoriza la impresión y circulación de todos los artículos publicados en Clearharmony y su contenido, pero por favor cite la fuente.