Solemos creer que el destino no está fijado y que todo tiempo pasado se desvaneció en el olvido; pero ¿puede el movimiento ser una mera ilusión?
"El tiempo es una imagen móvil de la eternidad", Platón.
"El tiempo es el mejor antologista, o el único, tal vez", Jorge Luis Borges, escritor argentino.
Solemos creer que el destino no está fijado y que todo tiempo pasado se desvaneció en el olvido; pero ¿puede el movimiento ser una mera ilusión? |
"Si intentas mantener el tiempo en tus manos, siempre se desliza a través de tus dedos". Mientras la poética aseveración del físico británico aún resuena en la habitación, Julián Barbour, el periodista que lo entrevista y usted, probablemente carezcan de toda conexión con los tres sujetos de igual nombre e igual apariencia existentes en el segundo previo al presente. Por más esmero que el lector ponga en hilar un pensamiento con otro a través de cada instante, tal vez no exista forma alguna de demostrar a ciencia cierta que el instante que está viviendo no es más que otra estampilla entre las millones de millones que conforman lo que uno pudiera llamar "eternidad". Con aire de letal revelación, Barbour redondea asegurando que "la gente no puede capturar el tiempo debido a que no existe en absoluto".
La inusual idea que el autor de "El fin del tiempo: la próxima revolución de la física" expone, no es, lo que se dice, nueva. Sin embargo, hasta el presente nunca ha gozado del auge de la popularidad que la teoría relativista de Einstein o la teoría de cuerdas tuvieron en su momento. Con cierta razón, Barbour la llama la "cenicienta" de la física teórica.
El concepto de un universo atemporal no solo es irresistiblemente atractivo para un puñado de nuevos científicos, sino que un modelo tal lograría allanar el camino a muchas de las paradojas con que la física moderna se enfrenta a la hora de explicar el universo. Solemos creer y hasta percibir que el tiempo es de naturaleza lineal, cuyo curso fluye inevitablemente desde un futuro hacia un pasado. Pero esto no solo es una percepción personal de la totalidad de los humanos, sino que se ha convertido en el contexto bajo el cual la mecánica clásica analiza todas las funciones matemáticas dentro del universo. De no existir tal concepto, ideas tales como el principio de causalidad y la imposibilidad de estar presente simultáneamente en dos eventos comenzarían a abordarse desde un plano completamente diferente al actual.
La idea de discontinuidad temporal propuesta por Julian Barbour, doctorado en la Universidad de Colonia en 1968, trata de explicar en un contexto teórico un universo compuesto de innumerables puntos que él denomina "ahoras". Pero tales "ahoras", no serían comprendidos como un momento fugaz que vino desde el futuro y morirá en el pasado; un ahora solo sería uno más entre los millones de ahoras existentes en el eterno mosaico universal de una dimensión especial imposible de detectar. Cada uno relacionado de una manera sutil con otros, pero ninguno más sobresaliente que el ahora vecino. Todos presentes; todos al mismo tiempo. Con tal mezcla de simpleza y complejidad, la idea de Barbour promete un gran alivio a todo aquel que esté dispuesto a aceptarla: la inexistencia de tiempo antes del Big Ban. "Piensa en los (números) enteros", alienta el científico. "Cada entero existe simultáneamente. Pero algunos enteros están vinculados en estructura, como el conjunto de todos los primos o los números que se obtienen de la serie de Fibonacci". De este modo, sería tan ridículo ver en el Big Ban un pasado de nuestro universo, como en el número "1" un pasado del número "20".
En este punto del argumento, probablemente sea inevitable para el lector preguntarse ¿Me está tratando de convencer de que este movimiento que estoy realizando "ahora mismo" con mi antebrazo no existe? Si la idea de que las infinitesimales fracciones de "ahoras" no se encuentran conectadas entre sí fuese correcta ¿cómo hago para acordarme de las primeras ideas expuestas en este artículo? ¿Cómo hago para recordar lo que comí al mediodía? ¿Por qué me despierto y debo ir a trabajar si el empleo que recuerdo pertenecía al "yo" que nada tiene que ver conmigo? Si el futuro ya está allí, ¿qué sentido tiene esforzarse en absoluto? Tales dilemas, surgidos de la ilusoria percepción de que el tiempo es fugaz como el agua de un río, son de simple contestación una vez que la manera básica de pensar sobre el universo logra dar un giro "barbouriano". En palabras del propio físico "tenemos la firme impresión de que usted y yo estamos sentados uno frente al otro, de que hay un ramo de flores sobre la mesa, de que hay allí una silla y cosas así – de que hay posiciones definitivas de cada cosa en relación con todo los demás. Me propongo salir fuera de todo lo que no se puede ver (directa o indirectamente) para mantener la idea de que son muchas cosas diferentes que coexisten a la vez en una clara relación mutua. La totalidad de interconexión básica entre todo se convierte en una cosa en sí, en un momento. Hay muchos de esos Ahoras, todos diferentes los unos de los otros"
Es decir, bien podríamos considerar a un universo atemporal como un largo budín de vainilla, cuyo centro ha sido rellenado azarosamente por una manga de repostería en la longitud total del producto. Si cortásemos una rebanada del budín, obtendríamos lo que llamamos un presente, un "ahora". Suponiendo que el centro de chocolate nos representase, creeríamos que nuestra rebanada es la única existente en el universo, y que la anterior y la posterior rebanadas solo existen como un concepto. Esta idea sonaría irrisoria a un observador del budín, el cual comprende al universo como un todo, en el que cada momento o tajada no precede a la anterior, sino que existe al mismo tiempo.
Si tomamos el ejemplo de la tajada, podría decir que "yo" no soy el mismo sujeto que el que comenzó a escribir esta oración. Soy único e irrepetible, tal vez en aparente relación con cada uno de los sujetos que escribieron las letras anteriores de este párrafo. Pero aún así, aunque los infinitos "ahora" fueran independientes unos de otros, no estarían dispersos. Todavía conformarían un tipo de estructura. Son un bloque; un budín. No migajas sobre el recipiente.
En el universo de Julian Barbour no existen dudas: en algún espacio del cosmos, el futuro (nuestro futuro) ya está allí, desplegado; cada segundo de nuestro pasado también está presente, no como un recuerdo, sino como un vivo presente. Lo más doloroso al humano, tal como las filosofías orientales exponen, sería intentar romper con el molde prefijado. Lo más sabio, seguir el curso predeterminado; ser una feliz mueca de chocolate en medio del budín cósmico; intentar vivir nuestro único y extremadamente ínfimo "ahora".
Albert Einstein ya había demostrado que la realidad temporal es relativa a cada objeto del universo, y que el tiempo es una "materia" inseparable del espacio.
"En realidad nunca podemos ver el tiempo", asegura Carlo Rovelli. "Solo vemos relojes. Si dices que este objeto se mueve, lo que en realidad significa es que este objeto estaba aquí cuando la manecilla de tu reloj estaba aquí, etc. Decimos que medimos el tiempo con relojes, pero solo vemos las manecillas de los relojes, no el tiempo en sí mismo". Defensor incurable del universo sin tiempo, el físico de la Universidad del Mediterráneo en Marsella, Francia, da cuenta de cuán ilusorio puede resultar el gran universo a nuestros ojos, nuestras mentes y, aun, a la mente de nuestros científicos. "Es un tema que ha desconcertado a muchos teóricos. Puede que la mejor forma de pensar en la realidad cuántica sea abandonando la noción de tiempo; que la descripción fundamental del universo debe ser atemporal".
La percepción general de que el tiempo no sólo se mueve sino que lo hace en una determinada dirección, no es ajena a prácticamente ningún ser consciente del planeta Tierra. Sin embargo, al igual que nuestros ojos se engañan al ver materia donde no la hay (el 99,99% de nuestros cuerpos es vacío puro) nuestra mente podría estar generando la ilusión más mística de la que podamos empezar a tener conciencia, con respecto a un factor tan fundamental en el universo como lo es el paso del tiempo.
En un artículo publicado en la edición de agosto del 2003 por la revista Foundations of Phisics Letters, un joven estudiante de Wellington, Nueva Zelanda, llamado Peter Lynd, dio inicio a lo que tal vez sean los albores del fin del concepto "tiempo" dentro de la mente de muchos de los físicos teóricos más respetados del mundo. Su audacia le valió la comparación con el célebre Albert Einstein y su revolucionaria forma de contemplar el universo.
En el ensayo titulado "El tiempo y las mecánicas clásica y cuántica: indeterminación vs. discontinuidad", Lynd sugiere la necesidad de revisar desde el inicio todos los parámetros establecidos en torno al tiempo, el movimiento y la posición relativa de los cuerpos en el espacio. Sus escritos desafían inclusive a los argumentos teóricos respecto a la naturaleza del tiempo propuestos por el conocido físico británico Stephen Hawking, catalogado como una de las mentes más prodigiosas de la actualidad.
En su ensayo, Peter Lynd pone en jaque al concepto de tiempo mediante ejemplos simples e innovadores: "Imagine una taza atraída a cualquier velocidad, grande o pequeña, contra su escritorio. Luego pregúntese si tiene o no una posición relativa determinada con respecto al escritorio en cualquier momento mientras se encuentra en movimiento. Y luego pregúntese, ¿existe algún momento en el cual la taza no esté en movimiento y en que su posición relativa al escritorio no esté cambiando constantemente?"
Desde los tiempos de las famosas paradojas de Zenón, pasando por el tiempo absoluto de Newton y llegando a la actualidad, en los problemas como el propuesto la taza siempre podría ser detenida en el tiempo para analizarse su posición respecto al escritorio. Pero observándolo desde una perspectiva más detenida, Lynds cree que no importa cuán pequeño sea el intervalo de tiempo usado para medir la velocidad, o cuan despacio se mueva el objeto, al final debemos aceptar que en ningún momento deja de moverse. La quietud es un fenómeno ilusorio, incluso para objetos que creemos que están quietos. Por lo tanto, en medio de tales revoluciones conceptuales (movimiento constante de todos los cuerpos del universo), no quedaría otra opción que aceptar la desintegración del concepto de paso de tiempo. Todo se encuentra en movimiento; o nada se halla en tal estado. El universo se comportaría como un solo bloque en el que todos los sucesos de la historia se encuentran aglomerados de una forma mística y ajena a nuestra efímera imaginación. "Puede ser contrario a la intuición, pero realmente es bastante simple", asegura Lynds. "De alguna forma, casi desearía que no fuera tan extraño, ya que yo diría que algunos encontrarán este aspecto un poco difícil de tragar. De cualquier forma, es correcto".
Pero no solo la existencia del tiempo se encuentra rodeada de acalorados debates en el círculo científico. Su extraña direccionalidad tampoco es algo que alguien pueda explicar con facilidad. Desde la gravedad de Newton hasta la relatividad de Einstein, nunca han existido impedimentos en las formulaciones teóricas para que el tiempo no pueda moverse en dirección contraria al que se mueve (o que creemos que lo hace). Sin embargo, enigmáticamente nunca lo hace, a pesar de la "libertad matemática" de la que goza.
"Es bastante misterioso por qué tenemos una flecha del tiempo tan obvia", dice Seth Lloyd, ingeniero de Mecánica Cuántica del MIT. "La explicación habitual de esto es que para especificar lo que sucede a un sistema, no solo tienes que especificar las leyes físicas, sino también alguna condición inicial o final".
Simon Saunders, un filósofo de física en la Universidad de Oxford, también hace mella de cuán confusa se ha tornado la naturaleza del tiempo para los científicos actuales. Sus palabras resumen mucho de lo que sus colegas no se atreven a mencionar: "La situación es tan incómoda que lo mejor que puede hacer uno es, de lejos, declararse agnóstico".
La mayoría de nosotros se encuentra profundamente convencido a nivel inconsciente, de que un gran reloj cósmico se encuentra marcando el tiempo a cada segundo fuera de este espacio descomunal llamado universo. No obstante, desde principios del siglo pasado, Albert Einstein ya había demostrado que la realidad temporal es relativa a cada objeto del universo, y que el tiempo es una "materia" inseparable del espacio. Incluso los especialistas encargados de sincronizar la hora a nivel mundial, son concientes de que el mundo se maneja arbitrariamente mediante un tic-tac estipulado, ya que los relojes no son capaces de medir el tiempo en absoluto. Al parecer, la única alternativa es sumirse en la "ilusión temporal" del presente infinitesimal, a sabiendas de la existencia de un espacio en el cual lo que hicimos aún se encuentra allí, lo que hacemos de igual modo, y lo que haremos no se distingue de lo anterior. O tal como el propio Einstein diría: "la gente como nosotros, que cree en la física, sabe que la distinción entre el pasado, el presente y el futuro es solo una ilusión obstinadamente persistente".
Fuente: http://www.lagranepoca.com/articles/2008/05/04/1950.html
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